EL LIBRO DE SILVIA
CAPITULO 5
Recuerdo de esas épocas mis primeros amores, que quizás era alguien que vimos una sola vez y lo soñábamos durante un año, era sólo estar enamorada del amor.
De esos tiempos de amores ideales conservo en mi memoria una poesía que escribí a los quince años, y hasta ahora me gusta mucho.
Aquí va:
LA ROSA
La luna es tan brillante,
Y sin embargo
Es el Sol quien la ilumina.
La rosa es tan hermosa,
Y sin embargo
Me hiere con su espina.
Cuando veo la luna brillar,
Siento que eres Tú
Y no el Sol quien la ilumina.
Cuando palpo la rosa hermosa,
(Y pienso en el que amo
Y no me quiere)
Siento que eres tú
Y no su espina
Quien me hiere.
Agosto 1975
Ya más adelante tuve mis primeras experiencias en el tema y supe que no iba a ser fácil conquistar un hombre bueno, que me guste a mí, que me quiera, que lo quiera, que me sea fiel, etc. Lo que se dice un buen marido.
Y me llevó muchos años conseguirlo, pero lo logré.
Tarde pero seguro. Hasta el día de hoy llevamos más de veinte años de feliz matrimonio.
Asíì como fui para todas las cosas, yo no iba a aceptar casarme o salir con alguien que no cumpliera con todas mis expectativas.
Además tenía que ser alguien divertido, que me hiciera reir.
Para mí lo más importante es disfrutar de la vida y reir mucho.
El sentido del humor es muy importante y me río mucho también de mí misma.
Cuando terminé mi quinto año de la escuela secundaria, todavía me habían quedado pendientes un montón de materias para rendir.
Yo trabajaba en ese entonces, y en el transcurso de un año y medio , en fechas de exámenes diferentes, fui rindiendo todas las materias hasta recibir por fin mi diploma de Bachiller Biológico.
Luego quise estudiar doctorado de matemàtica, no pude entrar en la facultad y después de algunos años ingresé en el profesorado técnico de matemática.
Estando en el tercer año de mi profesorado conocí a mi marido en un grupo universitario de nuestra colectividad y decidí que trabajando todo el día y estudiando de noche, no podía conservar un novio al que quería ver todos los días.
Yo ya tenía 27 años, y consideré que lo más importante en ese momento era mi novio y casarme. No quería ser abuela de mis hijos y el tiempo ya me estaba corriendo.
Nos casamos cuando cumplimos un año de novios y tuvimos cuatro hermosos hijos, un varón y tres mujeres.
Mi hermana, que es menor que yo ya se había casado el año anterior y yo ni siquiera tenía un novio, por lo que se suponía que quedaría soltera de por vida, pero llegó mi príncipe azul y el final feliz de la historia.
Cuando tuve a mi primer hijo decidí dejar de trabajar, porque quise ser una muy buena madre, que amamanta a su hijo, lo educa y está con él en todo momento.
Más tarde vino mi segunda hija, y luego, ya sin planificarlo, la tercera y la cuarta, por lo que cada vez era más difìcil salir a trabajar con tantos chicos chiquitos en la casa y por otro lado empezábamos a tener cada vez más problemas económicos, porque era muy difícil para mi marido poder mantener nuestra gran familia.
Vivíamos en un departamento propio de dos ambientes de treinta y cuatro metros cuadrados.
Cuando nació nuestra tercera hija, mudamos a los chicos al dormitorio y nos fuimos a dormir al comedor en un sofá cama, haciendo todo el tiempo milagros para acomodarnos lo mejor posible.
Y así fue, que la situación se hizo cada vez más difícil hasta que tuvimos que tomar la triste decisión de abandonar el país para venir a Israel.
Israel nos daba algunos subsidios al principio y nos daba ciudadanía, y eso para mí era muy importante, no tener que ser una «ilegal» que tiene que escaparse todo el tiempo de Migraciones.
Por otro lado yo había recibido educaciòn judía, aunque nada religiosa, y también mis hijos iban a un colegio judío, por lo que todo nos iba a resultar relativamente más fácil.
Yo ya conocía el idioma, algunos compañeros de mi hijo se iban a la misma ciudad que nosotros habíamos elegido para no estar tan solos, íbamos con un proyecto de un rabino que llevaba gente de Argentina, por lo menos íbamos a tener un grupo conocido e íbamos a hablar nuestro idioma.
La despedida de los amigos y de la familia fue muy triste, especialmente de mi mamá, que no se separaba ni un minuto en el aeropuerto de mi hija más chica, por un momento tuve miedo que me la quiera sacar y le hice una seña a mi hermana para que la vigile que no se la lleve.
Yo sé que el hecho de haberme ido con toda mi familia fue un golpe muy duro para ella.
No lo pude evitar, no lo estaba haciendo por placer, estaba tratando de construir mi futuro.
Un año más tarde pude afortunadamente invitarla a Israel, a que comparta la fiesta de trece años («Bar Mitzvá») de nuestro hijo mayor, ya que no teníamos casi nadie con quien festejar.
Allí pude comprobar que mi mamá estaba perdiendo su memoria, repetía muchas veces lo mismo, y se comportaba de una manera diferente.
Un año más adelante quisimos volver a la Argentina porque teníamos muchos gastos y no teníamos ingresos proporcionales. Mamá me prometió pagarme los pasajes de vuelta, pero finalmente se arrepintió. Nosotros ya teníamos todo planificado como para volver, pero no pudo ser.
Ahí supe que en realidad mi mamá no era muy conciente de lo que hablaba, que estaba enferma y un año más tarde se manifestò con una depresión muy profunda, intenciones de suicidarse y mi hermana que estaba sola con ella ante esta situación tuvo que internarla.
Allí descubrieron que tenía demencia senil. Esta enfermedad había comenzado hacía muchos años atrás pero no nos habíamos dado cuenta. Habían algunas pequeñas señales a las que no les dimos importancia en su momento. Luego empezamos a relacionar todo. Pero lamentablemente no podíamos hacer nada para revertirlo.
Mi hermana la llevó luego a su casa y la atendió hasta casi sus últimos días, en que la situación se agravó y debió internarla en una clínica especializada.
De ahí mis ganas de escribirle algo cuando me fue imposible despedirme de ella y compartir sus últimos momentos.
Lo recomiendo para todos los que en su momento no pueden estar presentes por distintas circunstancias en momentos importantes junto al ser querido, el escribir es una excelente terapia que los va a consolar y hacer que no se sientan tan impotentes.