EL LIBRO DE SILVIA – CAPITULO 8

EL LIBRO DE SILVIA

CAPITULO 8

Mucho tiempo me fue difícil pensar en cómo generar ingresos, y todo el tema material era un poco distante para mí

Sin embargo fui informándome y aprendí varias cosas importantes.

No pedir créditos, vivir con lo que se tiene y planificar un presupuesto. Tratar siempre de ahorrar con el fin de hacer una inversión que rinda los frutos que nuestro trabajo nunca nos va a dar.

En principio vivimos de nuestro trabajo, pero paralelamente debemos prestar atención al mundo financiero, que hoy en día es mucho más accesible para todos.

Ya debemos ir planificando un sistema de ahorros con intereses acumulativos, o inversiones en el mundo de monedas extranjeras, oro y otros metales, y todo tipo de fondos de inversión, por supuesto asegurándonos que sean personas muy confiables y con cierta trayectoria.

Y a medida que vamos trabajando vamos depositando ahorros, para que cuando no tengamos más fuerzas para seguir trabajando, no tengamos que depender de una pobre jubilación o de nuestros hijos.

Sí, por supuesto como padres, damos todo lo que podemos a nuestros hijos, para que crezcan sanos, se desarrollen, estudien, y puedan tener excelentes ingresos el día de mañana.

Queremos un futuro brillante para ellos.

Pero nuestro papel es el de  dar, no el de recibir.

Recibiremos el amor y el reconocimiento quizás en algún momento.

Recibiremos el regalo de los nietos.

Pero de ninguna manera queremos que nuestros hijos nos mantengan o ser una carga para ellos, o que tengamos que vivir con ellos.

Por eso lo tenemos que planificar con tiempo.

Y hablando de hijos, siempre me preocupé mucho por su educación.

Les enseñé a leer, escribir, sumar, restar, música, cantantes, marcas de autos, etc.

Todo lo que podía ser un estímulo para hacer de ellos chicos inteligentes.

No me interesó nunca ir corriendo al médico por cada vez que no se sentían bien.

Tuve algunos episodios médicos con cada uno de ellos, el mayor tuvo pulmonía a los tres años, y luego comenzó con espasmos bronquiales, que yo los asocié a su primer día de jardín de infantes.

Con la segunda, tuve que estar más tiempo en el hospital cuando nació,  porque tenía alta la bilirrubina, más tarde cuando tenía casi dos años, tuvo un episodio de  diarrea y deshidratación  que duró cinco interminables días.

Habíamos alquilado un departamento por una semana de vacaciones a Mar del Plata  y teníamos los pasajes para salir el lunes  y el sábado nuestra hija todavía estaba muy enferma.

En realidad mi mamá me había alquilado el departamento para que tuviera unas merecidas vacaciones, con mis primeros dos hijos y mi marido.

Tenía a mi hija en brazos que se secaba como una planta, mi marido no quería viajar, y yo insistí para ir.

Cuando llegamos a la noche, y en el departamento no había absolutamente nada, fuimos a comer afuera y de pronto, mi hija que durante cinco días no había probado absolutamente nada,  ni una gota de agua, sólo una galletita y un poco  de bebida en el micro del viaje, comió como si nunca le hubiera pasado nada. Ni bien pisó la ciudad de Mar del Plata se curó milagrosamente.

Y así pudimos pasar nuestras vacaciones felizmente.

Como comenté anteriormente, no fui corriendo con mis hijos al médico.

Tampoco me interesó especialmente que tuvieran la última ropa de moda o de marca.

Sabían que no debían pedir, y si yo quería y podía les compraba algo pero no porque me lo pidieran.

Eso hizo que fueran chicos responsables y serios, no malcriados, que rindieron en sus estudios, muy educados y respetuosos, de los que siempre recibí palabras halagadoras y hasta el día de hoy estoy muy orgullosa de ellos.

En casa siempre vivieron un clima de amor y respeto, fundamental para que ellos se sientan bien y seguros.

Yo digo con mucho convecimiento algo que mucha gente me critica. Sé que a mis hijos les tengo que dar todas las herramientas para que se defiendan, pero son aves de paso, y el día de mañana no van a estar más conmigo.

Yo me tengo que preocupar para estar bien con mi marido, que es el que me tiene que acompañar hasta mis ultimos dìas, y me importa que nuestro amor dure siempre.

Algo que siempre tuve presente es lo que decía Khalil Gibran sobre los hijos:

Tus Hijos

Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.

No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.

Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.

Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no pueden visitar
ni siquiera en sueños.

Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.

Tú eres el arco del cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad.

Khalil Gibran

Sin embargo cuando fueron nuestros últimos tiempos en la Argentina y los primeros años en Israel, con una situación económica desastrosa y toda una adaptación nada fàcil, nos deprimimos mucho mi marido y yo y de alguna manera supongo que se los transmitimos.

Nuestra venida a Israel fue un sacrificio muy grande que hicimos para poder darles salud y educación y darles un futuro ya que nos encontrábamos en un paìs donde no veíamos la salida.

Y no es nada fácil empezar después de los cuarenta de cero. Con otra cultura, otro idioma, sin que lo entiendan a uno y la manera de ser y pensar que vienen con nostoros.

También tuvimos que vivir situaciones de guerra a las que no estábamos acostumbrados.

Pero aunque parezca contradictorio, vivimos con mucha más tranquilidad y seguridad, que en nuestro país.

Hoy día si me preguntan, no tengo la menor intención de volver a mi país.

Quizás sea porque sentí que me echaron, que no hicieron nada por retenerme, y yo quería quedarme realmente, no me quería ir.

Ahora digo que no quiero ir ni siquiera de visita, no hay nada que me atraiga para querer volver, siento que a esta altura mi país y yo estamos totalmente desconectados.

Creo que si volviera alguna vez, sería otra persona y me costaría mucho reubicarme.

Se me ocurre evocar en este momento a Facundo Cabral con su canción: “No soy de aquí ni soy de allá”, somos ciudadanos del mundo.

Puede ser que en el fondo tenga miedo de querer quedarme y no querer volver después de todo lo que me costó acostumbrarme y querer a este nuevo país que me dio la oportunidad para empezar de nuevo.

Cuando vemos a nuestros hijos estamos seguros de haber tomado la decisión correcta.

El precio que pagamos fue muy alto, pero valió la pena.